La esencia rocosa del mar como fruto embotellado de una promesa de amor
Caracterizada por uno de los paisajes más bellos del mundo, la Costiera Amalfitana estimula por doquier lsueños y deseos. Las calles que se extienden sobre su dentada costa abren un panorama impresionante que nos hace reflexionar sobre el mare nostrum color esmeralda y observar las coloridas casas de los a veces ruidosos pueblos costeros, a veces despertados del sueño con el sonido de los antiguos campanarios. Así también brotan una exuberante vegetación mediterránea, limoneros y viñedos aferrados a los acantilados. El aire salado, el ambiente relajado y la excelente cocina local han hecho de la Costa uno de los destinos turísticos más populares.
Para los locales, por otro lado, la vida en la costa es mucho menos romántica: vivir, trabajar y sobre todo cultivar viñas en las escarpadas costas de la península no es una tarea fácil.
Al contrario, es heroico. Tanto es así que el reciente Decreto Ministerial (VVQ n. 6/2019) finalmente lo hace oficial: los que están en terrazas y escalones con una inclinación de más del 30% por encima de los 500 m.s.l.m. son viñedos heroicos.
La empresa vinícola de Marisa Cuomo se encuentra encaramada en las empinadas laderas del encantador y pequeño pueblo de Furore. Al mismo tiempo, las 10 hectáreas de viñedos, donadas en 1980 como muestra de amor por Andrea Ferraioli, su futuro esposo y descendiente de una familia ligada al vino durante generaciones, conforman el inimitable escenario del Golfo de Salerno. Las condiciones extremas en las que se desarrollan estos viñedos de pérgola, espectaculares a la vista y casi centenarios, no permiten la ayuda de la tecnología moderna, queriendo atesorar los conocimientos y la cultura de los verdaderos artesanos en la producción de vinos extremos.
Fiel a las denominaciones «Costa d’Amalfi», «Furore» y «Ravello», Marisa Cuomo produce cuatro vinos blancos, cuatro tintos y un rosado de variedades de uva autóctonas, entre ellas Ginestra, Piedirosso, Biancolella, Per ‘e Palummo, Pepella, Fenile y otras. Siglos de tradición vinícola, junto con la esencia rocosa del mar, las brisas saladas y la exuberancia floral de la costa, son embotellados por Marisa y Andrea año tras año. Descorchar una de estas quintaesencias extremas, enóicas y heroicas de la Costa de Amalfi es siempre una emoción extraída de los equilibrios de cuento de hadas entre perfumes y sabores, entre reminiscencias nostálgicas y sueños futuros.
El vino emblemático de la bodega es el Fiorduva, una mezcla blanca de uvas Fenile, Ginestra y Ripoli, que durante mucho tiempo ha figurado entre los vinos blancos italianos más premiados y famosos, muy apreciados por la crítica internacional. Una muestra de amor. Un amor tan sincero como para ser generoso y no celoso, feliz de dejar huella en cualquiera que pueda recurrir a sus expresiones.